La concepción de la tumba egipcia como zona de contacto, como una interfase entre el aquí y el allá (Assmann 2005) nos plantea una instancia de pasaje y también un proceso de transición entre diferentes espacios y tiempos. En relación con esta instancia, la importancia que adquirió la posibilidad de entrar en la noche y de salir en el día de la tumba, en tanto movimiento que remite a la renovación eterna para el propietario de la tumba, se reitera en la epigrafía registrada en las tumbas y en los conjuros del Libro para salir al día. Este movimiento cíclico de entrada y salida hacia y desde la tumba nos permite abordar las formas en las que la tumba se integró al espacio de la necrópolis que la contiene así como las relaciones con otros monumentos funerarios y los procesos rituales que se desarrollaban anualmente y que le otorgaban significación. En este trabajo analizamos en particular la evidencia epigráfica relativa al tema en las tumbas tebanas privadas datadas durante la transición de las dinastías XVIII a XIX contrastada con la literatura funeraria de este grupo social de funcionarios y que conforman el Libro para salir al día. La dinámica propia del ingreso y la salida hacia espacios diferenciados, que remiten a su vez a tiempos complementarios y que en su continuidad forman desde la concepción egipcia un tiempo cíclico, adquiere una dimensión particular si consideramos la participación del difunto en la Bella Fiesta del Valle. Esta celebración no sólo integra el espacio arquitectónico y simbólico de la tumba como morada eterna al espacio sagrado y ceremonial de la necrópolis tebana como un todo sino también remite al vínculo del difunto con la divinidad principal de la Fiesta, Amón, como muestra de su inclusión en la comunidad de los dioses y además colabora en el mantenimiento de los vínculos y conexiones con la familia y la comunidad terrenal a la perteneció el funcionario difunto. En este sentido nos enfocamos en las interrelaciones posibles entre los rituales de adoración y el anhelo de participación en la Fiesta del Valle que articulan la instancia de pasaje cíclico entre la tumba y el espacio ceremonial de la necrópolis y otorgan así a ambos una significación simbólica conjunta vinculada a la regeneración de las fuerzas vitales.