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LA ALTERIDAD EN CHIQUITOS A PARTIR DE LA ESPACIALIDAD PICTÓRICA
Mambretti Inés.
XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013.
Resumen
Desde finales del siglo XIV, el hombre europeo creyó poseer suficientes razones antropológicas y universales para expandirse más allá de sus fronteras. Los conquistadores −luego, devenidos colonizadores−, al encontrarse con este mundo americano extraño a ellos, no sólo buscaron dominarlo por la fuerza sino también apropiarlo desde sus marcos intelectivos, imponiendo categorías conocidas −como la de “barbarie”− a esos “hombres-otros” que lo poblaban. Un abismo parecía abrirse entre ellos y esta alteridad desconocida hasta ese momento. No obstante, las artes (música-pintura), durante la evangelización, tendieron un puente entre estos dos espacios culturales para acercar al indio reduccional a los parámetros estéticos y expresivos válidos desde el eurocentrismo. En Chiquitos −región de las tierras bajas de Bolivia−, se conformaron diez Misiones Jesuíticas entre los años 1690 y 1766, de las cuales aún hoy se conservan siete: San José, Santa Ana, San Rafael, San Miguel, San Ignacio, Concepción y San Javier. Y, en el año 1991, luego de la restauración encabezada por el jesuita Hans Roth (1972), fueron declaradas por la UNESCO “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. Estas misiones, estaban habitadas por un grupo aborigen conocidos como los “chiquitos”, que fueron llamados así en virtud a la forma de las viviendas de los “taperás”, semisubterráneas, con accesos de aberturas bajas y angostas que los obligaban a agacharse para entrar y salir de ellas. Esta particularidad constructiva era motivada por la presencia recurrente de insectos y hostilidades de sus enemigos. En tiempos de la evangelización −según cuenta el padre Patricio Fernández, S.J. (1726)−, los chiquitanos, ocupaban un “espacio de tierra de 200 leguas de largo y 100 de ancho”. La educación y la cultura reduccional se impartían por medio de símbolos e imágenes; factores todos que “educaban” en una atmósfera muy particular y cautivante. El indio chiquito se incorporó en toda su plenitud a dicho proyecto y lo hizo suyo resignificando en la pintura los modelos artísticos europeos que los jesuitas proponían como instrumentos catequísticos, otorgándoles un dinamismo propio. En este trabajo, se abordará la categoría “alteridad” en los chiquitanos manifestada en la espacialidad pictórica de una de las pinturas de la fachada de la iglesia San Rafael: la Anunciación. Aquí, el espacio desempeña dentro de este relato de la otredad el soporte de la acción, aglutinando a los protagonistas de la misma en un nuevo discurso compositivo sui generis.
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